Me asombra la capacidad de trabajo y las ganas de aprender de
esta gente. Con este clima se hace insufrible preparar clases, impartirlas o
corregir en casa. Todos sudamos continuamente, las gotas de sudor resbalan por
nuestro cuerpo, rostro, manos, brazos… Lo cierto es que hay poco
entretenimiento. La vida se hace en las casas, así que la mejor manera de
ocupar el tiempo es trabajando, estudiando… aprovechando cada minuto para
superarse a uno mismo. La única forma de divertirse es asistir al cine o reunirte
en casa de algún amigo. Así que el escaso tiempo libre que se tiene se dedica a
situarse debajo de un ventilador o en una habitación, si eres muy afortunado,
con aire acondicionado.
Me he propuesto vestir lo más parecido posible a las mujeres
de Patiala. Así que me he ido comprando
algunas prendas de vestir. Hoy ha sido distinto porque he comprado unas telas
para que un sastre me haga un traje típico de Patiala. Fui con dos profesoras
del colegio muy amables y me enseñaron todos los entresijos del viejo mercado.
Me alegró comprobar que las mujeres somos iguales en todas partes. Vimos
diferentes tiendas, diferentes modelos… compramos cada cosa en su sitio. La
tela del pantalón y del kurta en una tienda, el pañuelo a juego en otra y una
especie de ribete para el kurta, también a juego, en una especie de mercería.
Si no había más de doscientos modelos y colores, no había ninguno. Fueron unos
momentos culturales de los más agradables y entrañables desde que llegué.
Finalmente dejamos las compras en manos del sastre y me dijeron que estaría al
día siguiente, como todo en India. La realidad es bien distinta y cuando oigo
eso ya sé que tardará más o menos una semana.
He pecado de listilla y realmente el traje completo ha
tardado solo dos días en llegar a mis manos. Ya lo he estrenado y los cumplidos
de las profesoras me han hecho reír. Les extraña que me vista como ellas porque
soy occidental. A ellas les gustaría vestir como nosotras… En fin, nos
sorprende siempre lo desconocido y nos
gusta cambiar. A mí me parecen unos trajes muy elegantes y con unos colores
preciosos.
Ayer resultó ser un día diferente en mis hábitos diarios. Me
sugirieron asistir a la Universidad del Punjab de visita cultural con los
alumnos. Sin dudarlo acepté. La visita consistía en el Museo de Artes y el
Jardín botánico. El clima nos acompañó todo el tiempo porque había estado
lloviendo durante la noche y refrescó considerablemente.
Para mi sorpresa fue bastante interesante contemplar las
costumbres y tradiciones del Estado del Punjab. Por lo que observo desde que
estoy aquí, tienen un alto sentido nacionalista. Son realmente muy patrióticos
y están muy orgullosos de ello. El Jardín botánico es realmente precioso. No
tiene nada que envidiar a cualquier otro de cualquier país occidental.
La escuela tiene autobuses propios
que los alumnos y profesores utilizan en sus desplazamientos diarios y en las
salidas escolares. Los jueves suelo venirme en uno de ellos que sale del Junior
School. El recorrido es muy variopinto y hoy he observado algunos hombres
haciendo sus necesidades en la orilla de lo que denominaríamos río. Parece una
costumbre habitual entre algunos, yo diría que entre las castas más pobres.
Habitualmente observo a niños muy sucios, rapados por miedo a los piojos, a
personas mayores en cuclillas con la tristeza marcada en su rostro y el corazón
roto en su mirada. Cercano a este mundo me encuentro con mi realidad, que se
desarrolla en paralelo, sin cruzarse con el otro paisaje. Los alumnos del
British School son privilegiados porque sus padres les proporcionan una
educación privada, con profesionales, con oportunidades… para tener una vida
mejor. Sin embargo, este mundo de oportunidades, del que participo, no es para
todos, es excluyente y solo para unos pocos. ¿Cómo puede existir aún esta
discriminación?
En el jardín botánico de Patiala con una de las profesoras.