Hace una semana que volvimos de nuestro
viaje y por fin
tengo algo de tiempo para escribir.
El 1 de octubre muy temprano partimos
hacia Delhi 49 alumnos y 4 profesores.
Cuando vi el autobús sin aire acondicionado pensé que sería una aventura más. Yo ya conocía el camino pero
en un autobús con AC y durante cinco horas, no siete. Como todos íbamos muy
positivos con el viaje, esto fue una simple anécdota a la ida. Distinto sería a la vuelta
cuando todos estábamos muy cansados y deseando de llegar.
Tras las siete horas de camino y alguna que otra parada para comer, llegamos a la estación de tren H. Nizzamudim de Delhi. Allí tomamos un tren a las cinco de la tarde que nos dejaría en Bombay 17 horas después. El tren fue toda una aventura. Teníamos billetes de tercera clase AC, que está bastante bien. La diferencia con la primera y la segunda clase AC es el número de literas, según me contaron. Cuatro para la segunda clase y dos para la primera. En esta, además el baño está dentro del compartimento. Cada vagón tenía unos cuantos compartimentos con ocho camas cada uno, seis en el compartimento propiamente dicho y dos en el pasillo. No había puertas y por las noches la intimidad te la daban unas cortinas que cada uno podía correr en su litera.
En cuanto subimos nos ofrecieron una especie de merienda que consistía en un sándwich, un zumo y algo frito indio que yo nunca como porque no puedo con el picante. Dos horas después una sopa y enseguida la cena: veg or not veg, porque aquí la mayoría de la gente es vegetariana por cuestiones religiosas. La mayoría practica el Hinduismo aunque en el Punjab, predomina la religión Sij. Lo cierto es que hambre no pasamos en ningún momento. A continuación, antes de dormir, te ofrecen un té o chai y un café. El chai es el té indio y reconozco que me encanta. Tiene té, leche, azúcar, cardamomo, clavo y jengibre. Espero poder prepararlo en España algún día a mi vuelta.
Algunas chicas en el tren...
Los chicos iban entusiasmados con la novedad del tren y jugaban a las cartas o charlaban entre ellos. Muchos se venían a charlar con nosotros, los profesores. Las bromas estaban a flor de piel en cualquier momento, compartidas incluso por otros viajeros que ocupaban asientos en los mismos vagones. La gente, en general, era bastante comprensiva con nosotros. Y debo reconocer que hacíamos bastante ruido.
Los chicos de Morris...
A la mañana siguiente
llegamos a la estación Central de Bombay. Y allí nos esperaba
André Morris y dos chicos de su equipo que nos acompañarían hasta Khandala
y organizarían las actividades para los siguientes días. Se consiguió el efecto
esperado. Los tres con pantalones militares, botas y gorras y con un tono de
voz bastante autoritario. El impacto era evidente. Nada que ver con la realidad
posterior pues André es una de las personas más educadas,
respetuosas, amables, inteligentes… que he conocido en este viaje. A los chicos
se los metió en el bolsillo enseguida. Los profesores casi desaparecimos porque
las instrucciones las daban ellos y a ellos obedecían.
Khandala ha sido lo mejor del viaje para mí. Se trataba de un convento cristiano católico donde solo había unas cuantas religiosas y estaba en medio de la montaña. A penas vimos a alguna sister los días que estuvimos allí. Fue genial para los chicos. Era una especie de campamento donde cocinaban, limpiaban, hacían actividades al aire libre, juegos, una marcha por las montañas… Y yo participaba en todo lo que podía. Aprendían a ser autosuficientes, a compartir, a respetar lo de los otros…a vivir en comunidad. Me aventuraría a decir que fue algo así como una iniciación a los scouts. Que me perdonen los entendidos.
Algunas fotos de las actividades...
Por lo que observo, la comunidad en India
parece que no existe más allá de la familia o los amigos. Eso sí, la familia es
intocable. Y se ayudan muchísimo entre ellos. El concepto de bien común con el resto de la sociedad es diferente al que
tenemos nosotros en España. En mi opinión, aún tiene mucho que
evolucionar. También es cierto que si alguien no está bien como ente individual es muy difícil que piense en
el bien común. Una vez leí que lo
primordial era satisfacer las necesidades básicas propias, llamémoslas leche como Erich Fromm. Sin leche suficiente es imposible pensar en
la miel o en el bien común que estamos comentando. Puede que parte
de esta reflexión sea una causa de lo que sucede en India.
Bombay es una gran ciudad repleta de
rascacielos, de gente y con grandes dificultades para mantener la limpieza.
Eché de menos las calles de Delhi, sin olvidar que hablamos de un país como
India. En Bombay, las diferencias entre
ricos y pobres son aún mayores que en otras ciudades. La industria de
Bollywood está allí y se esperaría mayor desarrollo. Aparentemente así es, solo que los
pobres son más pobres. Hacía un calor insoportable y el hedor de la basura era
insufrible. Sin embargo, solo por Isla Elefanta mereció la pena la
visita. Allí se encuentran unas cuevas en las que se excavaron templos a los
dioses y los monos son los amos de la zona. Es una verdadera maravilla. Y el
paseo en barco desde Gate of India
fue muy relajante y refrescante. Un amigo me explicó que se llama así para
diferenciarla de India´s Gate que se
encuentra en Delhi.
Después de dos días en Bombay y
unas cuantas compras para los amigos y la familia, regresamos a Patiala
haciendo el camino inverso. Solo que esta vez no vi lágrimas en los
ojos de algunas madres, lo que me asombró a la ida, sino muchas sonrisas y
abrazos.